Chemtrails: el (fallido) plan para exterminar a la Humanidad
  
 Si fueras un supervillano y tuvieras la taimada intención de exterminar
 la raza humana, ¿qué método escogerías? Ahí va un consejo: si tu 
intención es gastarte un dineral, tienes muchísimo tiempo y quieres 
desvelar tus planes a la primera de cambio, una opción muy razonable 
sería contratar una gigantesca flota de aviones para lanzar sustancias 
químicas desde las alturas con la intención de envenenar a los humanos 
en la tierra.
 
¿Suena descabellado? Puede ser, pero no olvides que eres un 
supervillano, con toda la pléyade de patologías y recursos ilimitados 
que ello implica.
 
La denuncia contra los llamados chemtrails (‘rastros químicos’, en 
inglés) ha pasado de ser una confabulación minoritaria y excéntrica a 
convertirse en el principio de un brote de clamor popular. Este cronista
 se topó accidentalmente con una manifestación contra las ‘fumigaciones 
ilegales’ en una plaza madrileña. Cuando una teoría de la conspiración 
salta de internet —su medio natural de incubación— a las calles, 
significa que hay que tomar cartas en el asunto, bien para intentar 
desactivarla, bien para sumarse a ella.
 
“Las estelas de condensación producidas por aviones (con-trail) son un 
fenómeno natural que apenas dura unos segundos. Solo se producen en 
raras ocasiones y circunstancias muy concretas: a partir de 8000 metros,
 -40º y humedad muy específica. Las estelas persistentes (chem-trail) 
son un “sistema de armas multipropósito”, reza el folleto repartido por 
los activistas, agrupados bajo el paraguas de la Asociación Nacional 
Española Cielos Limpios (ANECL).
 
Me doy una ducha preventiva para desprenderme de mis prejuicios y 
sumergirme en el tóxico mundo de los chemtrails. Me pongo en contacto 
con una empresa de fumigaciones agrícolas, Trabajos Aéreos Extremeños 
(TAEX), para preguntar a los profesionales sobre la idoneidad de la 
presunta conspiración tóxica de los chemtrails.
 
Santiago García Cid, director de operaciones, considera “imposible” 
fumigar la tierra desde 10.000 metros (la altura de crucero de los 
vuelos comerciales): “Si lanzas un producto desde 33.000 pies, 
simplemente, no llega, se pierde antes de impactar con el suelo. 
Nosotros lanzamos insecticida a los campos desde 4 o 5 metros de altura 
porque a partir de los diez  ya se pierde. Utilizamos una cantidad de un
 cuarto de litro por hectárea, con una disolución de 0,025 gramos de 
materia activa por litro de aceite mineral, así que imagínate la 
cantidad que necesitarías para fumigar desde 10.000 metros. Imposible”, 
concluye García Cid.
 
¿Cuál sería el fin de los chemtrails, según sus detractores? Los más 
beligerantes creen que “llevar a cabo un plan eugenésico de exterminio 
de la población”. De ser así, están fracasando miserablemente: desde que
 Richard Finke acuñó el término ‘chemtrail’ en 1997, la población 
mundial ha aumentado casi 1.300 millones de habitantes, de 5.850 a 7.125
 millones. Una China entera ha nacido en una sola generación bajo las 
sospechosas estelas.
 
La facción moderada baraja una segunda opción, más maquiavélica si cabe:
 provocarnos enfermedades y lograr así que consumamos más medicamentos. 
“Alzheimer, cáncer, autismo, estrés, infarto, asma o alergias” serían 
algunas de las dolencias que, según el folleto de la ANECL, provocarían 
los químicos que dispersan los aviones furtivos.
 
¿Es factible poner en marcha un plan así? Le traslado la pregunta al 
periodista y biólogo Pepe Cervera, autor del blog de ciencia Retiario: 
“Las farmacéuticas ganan mucho más dinero con las leyes que con la 
investigación o la comercialización de sus productos. Una de las razones
 por la que los medicamentos son tan caros en EE UU es porque Medicare 
tiene prohibido por ley negociar los precios a los laboratorios, un 
logro del lobby farmacéutico. Lo que tiene que procurar es no gastarse 
dinero en planes extraños sino hacer lo que ya viene realizando: lobby 
ante los políticos, porque es ahí es donde es rentable gastar la pasta. 
Desde luego hay formas más fáciles de lograr el mismo objetivo…, ¿para 
qué se van a complicar la vida con otra cosa?”.
 
¿Podrían las farmacéuticas pergeñar un plan de fumigación a espaldas de 
las autoridades? Me pongo en contacto con la Agencia Española de 
Seguridad Aérea (AESA), dependiente del Ministerio de Fomento, que me 
responde con un lacónico “Todas las aeronaves que se dedican a la 
fumigación en nuestro país deben tener una autorización otorgada por 
AESA. El lanzamiento de objetos o el rociado debe ser autorizado 
expresamente por los servicios de control de tránsito aéreo”.  ¿Y qué 
van a decir, verdad?, dirán los suspicaces defensores de los cielos 
limpios.
 
Hay muchos más argumentos para desestimar la posibilidad de que las 
estelas blancas que vemos en el cielo sean rastros químicos con vocación
 lesiva. Los aviones, supuestamente, están tripulados y sus pilotos 
tendrán que bajar a tierra en algún momento a reunirse con los 
familiares y amigos a los que cada día fumigan desde los cielos.
 
¿De qué se componen entonces las estelas blancas? Simplemente de vapor 
de agua, me explica Cervera: “El vapor de agua es invisible pero al 
pasar un avión se condensa gracias al calor de sus motores. Lo que vemos
 no son otras cosas que nubes —el equivalente a los cirros [nubes a gran
 altura, entre 8 y 12 kilómetros]— inducidas por el paso de los 
aviones”.
 
De la misma opinión es Santiago García Cid, 28.000 horas de vuelo en un 
avión de fumigación en los últimos 42 años: “Hace años teníamos un avión
 para publicidad aérea. Nos pagaban por poner Larios en los cuatro 
puntos cardinales. Unas veces duraba cinco horas y otras veces 
desaparecía al instante. Dependía del frío, del viento y de varios 
factores más… Creer que las estelas de vapor de agua son químicas porque
 duran mucho es una ignorancia brutal”.
 
Volvamos a adoptar el rol de supervillano: ¿cuál sería un plan 
alternativo más sencillo y discreto para aniquilar a la Humanidad? Pepe 
Cervera toma el guante: “Deberías contratar a dos científicos locos, 
meterles en un sótano y pedirles que te hagan una ingeniería del virus 
de la viruela que vaya por el aire y que no dé síntomas hasta los 15 
días. Con eso te puedes cargar a la Humanidad de una sentada. La gracia 
de un arma biológica es que se expande sola, no tienes que sembrarla por
 todo el mundo”.
 
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