20131216

Chemtrails: el (fallido) plan para exterminar a la Humanidad

Chemtrails: el (fallido) plan para exterminar a la Humanidad

Si fueras un supervillano y tuvieras la taimada intención de exterminar la raza humana, ¿qué método escogerías? Ahí va un consejo: si tu intención es gastarte un dineral, tienes muchísimo tiempo y quieres desvelar tus planes a la primera de cambio, una opción muy razonable sería contratar una gigantesca flota de aviones para lanzar sustancias químicas desde las alturas con la intención de envenenar a los humanos en la tierra.

¿Suena descabellado? Puede ser, pero no olvides que eres un supervillano, con toda la pléyade de patologías y recursos ilimitados que ello implica.

La denuncia contra los llamados chemtrails (‘rastros químicos’, en inglés) ha pasado de ser una confabulación minoritaria y excéntrica a convertirse en el principio de un brote de clamor popular. Este cronista se topó accidentalmente con una manifestación contra las ‘fumigaciones ilegales’ en una plaza madrileña. Cuando una teoría de la conspiración salta de internet —su medio natural de incubación— a las calles, significa que hay que tomar cartas en el asunto, bien para intentar desactivarla, bien para sumarse a ella.

“Las estelas de condensación producidas por aviones (con-trail) son un fenómeno natural que apenas dura unos segundos. Solo se producen en raras ocasiones y circunstancias muy concretas: a partir de 8000 metros, -40º y humedad muy específica. Las estelas persistentes (chem-trail) son un “sistema de armas multipropósito”, reza el folleto repartido por los activistas, agrupados bajo el paraguas de la Asociación Nacional Española Cielos Limpios (ANECL).

Me doy una ducha preventiva para desprenderme de mis prejuicios y sumergirme en el tóxico mundo de los chemtrails. Me pongo en contacto con una empresa de fumigaciones agrícolas, Trabajos Aéreos Extremeños (TAEX), para preguntar a los profesionales sobre la idoneidad de la presunta conspiración tóxica de los chemtrails.

Santiago García Cid, director de operaciones, considera “imposible” fumigar la tierra desde 10.000 metros (la altura de crucero de los vuelos comerciales): “Si lanzas un producto desde 33.000 pies, simplemente, no llega, se pierde antes de impactar con el suelo. Nosotros lanzamos insecticida a los campos desde 4 o 5 metros de altura porque a partir de los diez ya se pierde. Utilizamos una cantidad de un cuarto de litro por hectárea, con una disolución de 0,025 gramos de materia activa por litro de aceite mineral, así que imagínate la cantidad que necesitarías para fumigar desde 10.000 metros. Imposible”, concluye García Cid.

¿Cuál sería el fin de los chemtrails, según sus detractores? Los más beligerantes creen que “llevar a cabo un plan eugenésico de exterminio de la población”. De ser así, están fracasando miserablemente: desde que Richard Finke acuñó el término ‘chemtrail’ en 1997, la población mundial ha aumentado casi 1.300 millones de habitantes, de 5.850 a 7.125 millones. Una China entera ha nacido en una sola generación bajo las sospechosas estelas.

La facción moderada baraja una segunda opción, más maquiavélica si cabe: provocarnos enfermedades y lograr así que consumamos más medicamentos. “Alzheimer, cáncer, autismo, estrés, infarto, asma o alergias” serían algunas de las dolencias que, según el folleto de la ANECL, provocarían los químicos que dispersan los aviones furtivos.

¿Es factible poner en marcha un plan así? Le traslado la pregunta al periodista y biólogo Pepe Cervera, autor del blog de ciencia Retiario: “Las farmacéuticas ganan mucho más dinero con las leyes que con la investigación o la comercialización de sus productos. Una de las razones por la que los medicamentos son tan caros en EE UU es porque Medicare tiene prohibido por ley negociar los precios a los laboratorios, un logro del lobby farmacéutico. Lo que tiene que procurar es no gastarse dinero en planes extraños sino hacer lo que ya viene realizando: lobby ante los políticos, porque es ahí es donde es rentable gastar la pasta. Desde luego hay formas más fáciles de lograr el mismo objetivo…, ¿para qué se van a complicar la vida con otra cosa?”.

¿Podrían las farmacéuticas pergeñar un plan de fumigación a espaldas de las autoridades? Me pongo en contacto con la Agencia Española de Seguridad Aérea (AESA), dependiente del Ministerio de Fomento, que me responde con un lacónico “Todas las aeronaves que se dedican a la fumigación en nuestro país deben tener una autorización otorgada por AESA. El lanzamiento de objetos o el rociado debe ser autorizado expresamente por los servicios de control de tránsito aéreo”. ¿Y qué van a decir, verdad?, dirán los suspicaces defensores de los cielos limpios.

Hay muchos más argumentos para desestimar la posibilidad de que las estelas blancas que vemos en el cielo sean rastros químicos con vocación lesiva. Los aviones, supuestamente, están tripulados y sus pilotos tendrán que bajar a tierra en algún momento a reunirse con los familiares y amigos a los que cada día fumigan desde los cielos.

¿De qué se componen entonces las estelas blancas? Simplemente de vapor de agua, me explica Cervera: “El vapor de agua es invisible pero al pasar un avión se condensa gracias al calor de sus motores. Lo que vemos no son otras cosas que nubes —el equivalente a los cirros [nubes a gran altura, entre 8 y 12 kilómetros]— inducidas por el paso de los aviones”.

De la misma opinión es Santiago García Cid, 28.000 horas de vuelo en un avión de fumigación en los últimos 42 años: “Hace años teníamos un avión para publicidad aérea. Nos pagaban por poner Larios en los cuatro puntos cardinales. Unas veces duraba cinco horas y otras veces desaparecía al instante. Dependía del frío, del viento y de varios factores más… Creer que las estelas de vapor de agua son químicas porque duran mucho es una ignorancia brutal”.

Volvamos a adoptar el rol de supervillano: ¿cuál sería un plan alternativo más sencillo y discreto para aniquilar a la Humanidad? Pepe Cervera toma el guante: “Deberías contratar a dos científicos locos, meterles en un sótano y pedirles que te hagan una ingeniería del virus de la viruela que vaya por el aire y que no dé síntomas hasta los 15 días. Con eso te puedes cargar a la Humanidad de una sentada. La gracia de un arma biológica es que se expande sola, no tienes que sembrarla por todo el mundo”.

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