lo malo que tiene Internet es que uno se pone a escribir tonterías, y uno lo envía a otro.. y es un no parar..
16 cosas que arruinaron mi matrimonio
¿Saben lo que es un auténtico incordio?
La otra noche estaba sentado con mi familia, en la que casi todos tienen
mucho éxito en sus matrimonios. Estábamos en un círculo, dando a mi
hermana nuestros mejores consejos para el matrimonio en la víspera de su
boda. Es una especie de tradición familiar.
Pero ese no es el incordio. El verdadero incordio es que me di cuenta de
que no tengo ningún buen consejo matrimonial que dar. Al fin y al cabo,
no he tenido éxito en ninguno de mis dos matrimonios.
Así que, cuando me llegó el turno, hice un chiste sobre el divorcio y
sobre la importancia de recordar por qué te casaste con tu esposa cuando
la conociste para que, cuando la cosa se ponga difícil, sepas buscar a
alguien nuevo que sea como era ella.
Hubo algunas risitas de cortesía, pero en general mi sentido del humor
no fue bien recibido en el bonito círculo de emotividad que se estaba
creando.
Terminaron la primera ronda, y por alguna razón empezaron otra. Y
entonces me di cuenta. Oye. No tengo consejos matrimoniales, pero tengo
un montón de consejos de «evita que tu matrimonio acabe» (se pueden
confundir, pero son cosas distintas), y puede que sean casi igual de
buenos.
Al final me llegó el turno de nuevo, y lo que dije habría sido un gran
consejo si fuera capaz de decir las cosas con una pizca de la habilidad
con la que las escribo.
Así que, esa noche, me senté y escribí mi «lista de consejos» para mi
hermana. Ya saben… cosas que me habría gustado saber o hacer de otra
forma para no acabar divorciado (dos veces). Tras escribirlo, pensé en
compartirlo también con todos ustedes.
Lo llamo la lista de «Cosas que arruinaron mi matrimonio». Por cierto, a
efectos de la lista, voy a escribir simplemente «ella» en lugar de
«ellas», aunque casi todas las cosas fueron ciertas en los dos
matrimonios.
1. NO DEJES DE DARLE LA MANO
Cuando empecé a salir con la mujer con la que acabé casándome, siempre
la tomaba de la mano. En el coche. Cuando caminábamos. Durante la
comida. En el cine. Donde fuera. Con el tiempo, dejé de hacerlo. Me
inventaba excusas como que tenía la mano muy caliente o que me hacía
sudar, o que me incomodaba ir de la mano en público. Lo cierto es que
dejé de darle la mano porque dejé de querer esforzarme para estar cerca
de mi esposa. Esa fue la única razón.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: le daría la mano dentro del auto. Le daría
la mano encima de un astro. Le daría la mano en una mazmorra. Le daría
la mano con una zorra. Y le daría la mano en cualquier otro sitio,
también, aun cuando en ese preciso instante no nos gustásemos mucho.
¡EXTRA! Si se dan la mano en invierno, no se les queda fría. Verdad verdadera.
2. NO DEJES DE INTENTAR SER ATRACTIVO.
Obviamente cuando estaba intentando impresionarla me ponía lo más guapo
posible cada vez que la iba a ver. Siempre tenía la barba arreglada.
Siempre olía bien. Me aguantaba los pedos hasta que ella no estuviera.
Por algún motivo, estar casado me hizo sentir que podía dejar de hacer
todo eso. Me acicalaba bien, olía bien, y me ponía ropa bonita siempre
íbamos a algún lado o salía yo solo, pero pocas veces o nunca me
preocupaba de estar atractivo solo para ella.
SI PUDIERA HACERLO OTRA VEZ: intentaría esforzarme al máximo para causar
buena impresión durante todo nuestro matrimonio. Esperaría a estar en
el baño para soltar los pedos, siempre que fuera posible. Intentaría
estar deseable para que ella me desease.
¡EXTRA! Adivina lo que pasa cuando te recortas el vello masculino. Te devuelve el favor.
3. NO SEÑALES SUS DEFECTOS SIEMPRE.
Por algún motivo, siempre llegaba un punto en el que acababa creyendo
que tenía que decirle en qué fallaba y en qué podía mejorar. De seguro
que eso no lo hacía cuando estábamos saliendo. No, cuando salíamos solo
le daba confianza en sí misma, le decía lo fantástica que era, y me
resultaba fácil ver más allá de sus defectos. Pero después de casados, a
veces ella no podía ni hacer unos huevos sin que yo le dijera cómo
podía mejorar.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: no diría una mierda sobre nada que en mi
opinión pudiera mejorarse. He aprendido desde que mi matrimonio acabó
que hay más de una forma correcta de hacer casi todo, y que las
imperfecciones de los demás son demasiado bonitas como para intentar
cambiarlas.
¡EXTRA! Si le dices lo que hace bien, ella te dirá a ti lo que tú haces
bien. Y se lo dirá a sus amigos. Y a su familia. Y al dentista. Y hasta a
gente desconocida por la calle.
4. NO DEJES DE COCINAR PARA ELLA.
Yo sabía cómo impresionar a una chica, claro. El broche de oro era una
noche en casa, cocinarle un buen menú y pasar una velada romántica. ¿Por
qué, entonces, deje de hacer eso por ella después de casados? Sí,
claro, metía una sopa de lata en el microondas, o freía unas
chimichangas de vez en cuando, pero casi nunca o nunca me esforzaba por
hacerla caer en mis brazos cuando ya estábamos casados, con unas patas
de cangrejo al vapor, o un plato de pasta sofisticado, o una mesa
iluminada por velas.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: me pondría como prioridad cocinar para
ella, y solo para ella, algo estupendo al menos una vez al mes. Y
recordaría que la carne de lata nunca es estupenda.
¡EXTRA! Una cena a la luz de las velas suele derivar en bow chica bow-bow a la luz de las velas.
5. NO GRITES A TU CÓNYUGE.
No me refiero a los gritos de enfado. Me refiero a los gritos de pereza.
Los gritos de cuando no quieres separarte del programa de televisión
que estás viendo o no quieres subir TODA LA ESCALERA hasta el piso de
arriba para preguntarle si ha visto tus llaves. No cuesta tanto esfuerzo
ir a buscarla, y gritar (por naturaleza) suena exigente y autoritario.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: iría a buscarla siempre que necesitase algo
o quisiera saber algo, y lo haría con educación y agradecimiento. Yo
siempre odiaba que ella me gritara a mí, así que, ¿por qué me parecía
correcto gritarle a ella?
¡EXTRA! A veces la encuentras haciendo algo adorable que de otra forma te habrías perdido.
6. NO INSULTES.
Siempre me creí el rey de no insultar, pero no lo era. Puede que no la
llamara estúpida, o idiota, o algunos de los insultos que ella me
dedicaba a veces, pero sí le decía que era una cabezota, o imposible, o
que era de trato demasiado difícil. Los insultos son insultos, y usarlos
solo creará más diferencias comunicativas que casi cualquier otra cosa.
SI PUDIERA HACERLO OTRA VEZ: cuando llegase al punto de querer
insultarla, me tomaría un tiempo para retomar la conversación después. O
mejor aún, utilizaría insultos, pero solo del tipo de«super sexi» o
«sensualidad». Aunque estuviera alterado en ese momento.
¡EXTRA! Te llamará cosas en sitios mejores. Como en la cama.
7. NO SEAS TACAÑO CON EL DINERO.
Como principal sustentador del hogar, siempre era muy tacaño con el
dinero. Me quejaba de lo que costaba su champú o de que no pidiera agua
en los restaurantes, o de que gastara tanto dinero en cosas como
pedicuras o teñirse el pelo. En serio. Yo siempre tenía tantas cosas
como ella o más en las que gastar dinero, y al final el dinero se
gastaba, estábamos perfectamente, y lo único que conseguía con mis
gimoteos y mis críticas era generar una tensión innecesaria en la
relación.
SI PUDIERA HACERLO OTRA VEZ: le diría que confío en ella para comprar lo
que quiera cuando piense que lo necesita. Y, a continuación, confiaría
realmente en ella.
¡EXTRA! A veces tomará malas decisiones como consumidora, lo cual lleva a
decisiones de comprar maquillaje. Como ese nuevo gadget al que tú le
has echado el ojo.
8. NO DISCUTÁIS DELANTE DE LOS NIÑOS
Nunca hubo una discusión que fuese tan importante o urgente que no
pudiera esperar a que los niños no estuvieran delante. Creo que no hay
que ser un premio Nobel o un psicólogo brillante para saber por qué
¡discutir delante de los niños es una solución peligrosa y egoísta.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: nunca, jamás, ni por una vez discutiría
delante de los niños, da igual lo importante o trivial que fuera el
problema. A lo mejor inventaría una contraseña que significase «con los
niños aquí, no».
¡EXTRA! Cuando esperan para discutir, suelen darse cuenta los dos de lo
estúpido o poco importante que era la pelea, y al final no hay
discusión.
9. NO SE ANIMEN MUTUAMENTE A DEJAR DE HACER EJERCICIO.
Siempre creí que era amor decirle a mi esposa: «No me importa si no te
cuidas. No me importa si no haces ejercicio. No me importa si descuidas
tu figura.» Pero era mentira, y era mentira cuando ella me lo decía a
mí, porque lo cierto es que sí nos importaba, y ojalá nos hubiéramos
dicho siempre lo atractivos y buenos que estábamos siempre que íbamos a
hacer ejercicio o algo para estar más sanos.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: le pediría que me dijese que le importa. Le
pediría que me animase a ir al gimnasio. Le pediría que me recordase
mis objetivos y me dijese que tengo la fuerza suficiente para
perseguirlos.
¡EXTRA! El ejercicio aporta endorfinas. Las endorfinas te hacen feliz. Y
la gente feliz no mata a otras personas. (¡Adivinen la película!)
10. NO HAGAS CACA CON LA PUERTA DEL BAÑO ABIERTA.
No sé por qué, pero en algún momento empecé a pensar que estaba bien
hacer caca con la puerta del baño abierta, y ella también. Para empezar,
es asqueroso. Y además hace que todo apeste. En tercer lugar, no hay
ningún caso en el que hacer caca sea atractivo, así que cuando me veía
hacerlo, aunque fuera de una forma casi imperceptible, debía verme un
poco menos atractivo.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: cerraría la maldita puerta para hacer caca en privado.
¡EXTRA! Cuando piense en tu cuerpo desnudo, no se lo imaginará sentado y haciendo esfuerzos.
11. NO DEJES DE BESARLA.
Siempre llegábamos a un punto en el que más o menos dejaba de besarla.
Normalmente era por el estrés y porque había tensión en la relación,
pero yo lo empeoraba al no querer besarla. Claro, eso solo llevaba a que
ella se sintiera rechazada. Y eso, por supuesto, llevaba a discusiones
sobre el tema. Otras veces tenía mis propios problemas con gérmenes y
cosas así.
SI PUDIERA HACERLO OTRA VEZ: la besaría por la mañana, cuando tuviera la
cara que tiene la gente por la mañana. La besaría por la noche cuando
hubiera tenido un día largo. La besaría en cualquier momento en que
pensara que en secreto necesitaba un beso. Y la besaría siempre que
aparecieran mis problemas con los gérmenes.
¡EXTRA! Cuando la besas se siente querida. Es suficiente extra.
12. NO DEJEN DE PASARLO BIEN JUNTOS.
La edad no debería importar. La capacidad física no debería importar.
Las parejas nunca deben dejar de pasarlo bien juntos, y de verdad
desearía que no nos hubiéramos estancado tantas veces en la rutina sin
apenas salir a hacer nada. Y tengo la experiencia para saber que cuando
falta la diversión, y falta la parte social de la vida, también falta la
habilidad para estar realmente satisfechos el uno con el otro.
SI PUDIERA HACERLO OTRA VEZ: me inventaría una norma por la cual nunca nos quedaríamos en casa dos fines de semana seguidos.
¡EXTRA! Las historias y los recuerdos geniales se crean haciendo cosas
geniales. Y también los buenos recuerdos de momentos embarazosos.
13. NO SE PRESIONEN
Presionarse el uno al otro por casi cualquier cosa es una receta para el
resentimiento. Siempre sentía que ella me presionaba mucho para que
ganara más dinero. Siempre sentía que me presionaba mucho para que no
cometiera deslices en mi religión. Siempre sentía que me presionaba
mucho para que sintiera las cosas de una manera determinada cuando
realmente sentía lo contrario. Y generalmente acumulaba un gran
resentimiento. En retrospectiva, recuerdo haberla presionado al menos
las mismas veces que ella a mí, así que tengo claro que era un problema
bidireccional.
SI PUDIERA HACERLO OTRA VEZ: me aseguraría de celebrar las diferencias
de opinión, puntos de vista, y su forma de hacer las cosas. Vería en la
diferencia algo bello, no una amenaza.
¡EXTRA! Así sí es posible alcanzar la verdadera felicidad. Y también verdaderos masajes de pies.
14. NO LE PONGAN AL OTRO ETIQUETAS NEGATIVAS.
A veces las frases más fáciles de decir en mi matrimonio empezaban con
una de estas tres cosas: «Tendrías que haber», «No eres» o «No has».
Detrás de cada una de ellas siempre parecía venir algo negativo. Y,
¡desde cuándo ayudan a alguien las etiquetas negativas? A ella desde
luego no la ayudaron nunca. Ni a mí. No, lo que hacían más bien era
empeorar todavía más el hecho que hubiera dado lugar a la etiqueta.
SI PUDIERA HACERLO OTRA VEZ: aprendería a evitar decir cualquier de esas
frases, y las cambiaría por etiquetas positivas. En lugar de «Tenderías
que haber», diría «Se te da genial». En lugar de «No eres», diría
«Eres». En lugar de «No has» diría «Has». Y después continuaría con una
idea positiva.
¡EXTRA! Las conquistas más nobles se vuelven mucho más alcanzables. Y dejas de pensar o creer que eres un patán; eso está bien.
15. NO TE SALTES LAS COSAS QUE SON IMPORTANTES PARA ELLA.
En mi matrimonio era muy fácil vetar muchas de las cosas que a ella le
gustaba hacer. Mi argumento era que «podemos buscar cosas que nos gusten
a los dos». Es patético. Siempre habrá cosas que le gusten a ella y que
a mí no me van a gustar nunca, pero ese no es motivo para no darle
apoyo. A veces solo necesita saber que estoy ahí.
SI TUVIERA OTRA OPORTUNIDAD: iría a muchos más de los eventos a los que
me invitaba. Participaría de forma activa en vez explicarle por qué yo
haría las cosas de otra forma o que ese tiempo podría emplearse mejor o
en algo más divertido.
¡EXTRA! Si vas a algo que ella sepa que no te gusta, la gratitud se
amontona después por la noche, como la nata en una tarta de queso.
16. NO TE DISTANCIES EMOCIONALMENTE DESPUÉS DE DISCUTIR.
Nunca llegué a experimentar el poder del sexo de reconciliación porque,
cada vez que mi esposa era cruel conmigo o discutíamos, me distanciaba
completamente de ella, generalmente durante varios días. Cortaba toda
comunicación y evitaba a toda costa el contacto. Esto nunca permitía
solucionar lo ocurrido, y al final bastantes veces acabé explotando de
forma innecesaria.
SI PUDIERA HACERLO OTRA VEZ: me permitiría comunicar mis emociones y
sentimientos más a menudo, y me aseguraría de que ella supiese que la
seguía queriendo después de cualquier pelea fuerte. Por supuesto, nos
dejaríamos un poco de espacio. Pero no días de espacio.
¡EXTRA! Un maravilloso sexo de reconciliación. Al menos, en teoría.
Había escrito mucho más, pero la lista se estaba alargando demasiado,
así que voy a dejarlo ahí y a lo mejor hago una segunda parte. ¿No es
increíble cuánto aprendes de las relaciones pasadas que terminaron y
cuánto sabes que podrías haber hecho de otra forma?
Mi hermana y su nuevo esposo van a ser fantásticos. Espero que en el
futuro ella dé siempre consejos matrimoniales estupendos y nunca tenga
que repartir consejos de «evita que tu matrimonio acabe», como hago yo.
Dan Pearce, Single Dad Laughing
No hay comentarios:
Publicar un comentario