Hace cuatro años, Eric Moger se quedó sin cara para seguir con vida. Le fue detectado un enorme tumor bajo la piel de su rostro y, si bien los cirujanos pudieron retirar todo el bulto maligno al operar a este británico de 60 años, encargado de un restaurante, también se vieron obligados a retirar junto a él la parte izquierda de su cara.
A Eric le quedó un agujero donde deberían ir el ojo, pómulo y parte de la mandíbula. Y éste era el aspecto con el que Eric tendría que vivir el resto de sus días. Eso de no haber sido por el doctor Andrew Dawood.
Dawood le había sido recomendado al atribulado paciente por su propio cirujano, Nicholas Kalavrezos. Era un cirujano dental especializado en implantes con una costumbre muy poco habitual: solía hacer impresiones 3D (en las que una impresiona esculpe en PVC una réplica exacta del modelo que le haya sido programado) de las mandíbulas de sus pacientes para practicar operaciones antes de realizar las de verdad.
Pero el caso de Moger exigía ir un paso más allá. ¿Y si en lugar de crear la réplica de la mandíbula para practicar la hacía para reemplazar los huecos que le faltaban al paciente?
Pocas veces la tecnología, razonablemente puntera, de la impresión 3D había sido empleada en una reconstrucción pero en realidad la posibilidad de recrear de la nada, y con inaudita precisión, una parte del cuerpo de alguien que la ha perdido podía tener infinitas posibilidades.
Pero, ¿qué material utilizar? Previa realización de unos planes que requirieron escanear la cara de Moger,Dawood se decantó por una mandíbula de titanio sujetada por dos varas de cinco centímetros.
También creó un interior de plástico para la boca, con lo que Moger podría comer por primera vez desde la operación (hasta entonces se había alimentado a través de una sonda que iba conectada directamente a su estómago).
El exterior de la cara suponía un problema: nunca podría ser lo suficientemente cómoda para el paciente. ¿La solución? Un rostro de quita y pon hecho de nylon endurecido y sostenido por imanes que se pegarían al titanio de la mandíbula.
El resultado fue espectacular (se puede ver aquí). "Cuando la tuve en la mano, era como mirarme a mí mismo", explica Moger. "En cuanto me la puse en la cara, no me podía creer lo bien que se veía. Antes tenía que sujetarme la mandíbula con una mano para que se estuviera quieta si quería hablar con alguien. Si quería beber, el líquido se me caía por un lado. Con esta cara nueva he podido beber un vaso de agua sin problemas. Es increíble".
Antes de la operación que le dejó sin rostro, Moger se había prometido. Ahora siente que su vida ha vuelto a ponerse en marcha. "Por fin voy a tener una cara bonita para la boda", apunta. "Puedo volver a empezar mi vida tras haberla detenido cuatro años".
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