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Más de 200 personas esperan congeladas su resucitación


Más de 200 personas esperan congeladas su resucitación

“No son muertos, son pacientes”, aclaran en la Alcor Life Extension Foundation, una de las dos mayores corporaciones estadounidenses que se dedican a preservar en nitrógeno líquido los cuerpos de personas que han sido congeladas tras su fallecimiento “legal”.

Es que para los defensores de la llamada criónica (no confundir con la criogenia, que consiste en conservar tejidos y órganos), la muerte es un concepto relativo y su reversión depende de la tecnología.

De ahí que desde 1967 hasta hoy, más de 200 personas en Estados Unidos y Rusia se han sometido -con una mezcla entre fe y creencia científica- a un proceso especial de crionización. Su apuesta es que a través de la preservación de su estructura cerebral y, por lo general, también del cuerpo, podrán revivir en el futuro, incluso con su memoria y personalidad intactas.

Es lo que cree el director de Alcor -y futuro “paciente”-, Ralph Merkle. “La muerte real sólo tiene lugar cuando la estructura celular y química de la vida se vuelve tan desorganizada que sus operaciones normales no pueden ser restituidas, y eso depende de la tecnología de cada época”.

Y pone un ejemplo: hace cien años un paro cardíaco era irreversible y ahora sabemos que no es así. Hoy se considera que la muerte ocurre sólo 4 a 6 minutos después de que el corazón se detiene, porque en ese momento ya resulta muy difícil resucitar el cerebro.

Equipo de emergencia

Su esperanza y el de los otros crionizados es que obtendrán “una segunda opinión de un médico del futuro, uno con acceso a una mejor tecnología médica basada en una nanotecnología madura”. Eso los traerá de vuelta a un mundo distinto, pero eso a él no le importa. Desde los 30 años que le preocupa la muerte y lo que más quiere es vencerla.

Merkle es miembro de Singularity University y profesor de nanotecnología en Georgia Tech.

Los socios de estas organizaciones llevan una pulsera metálica con un número de teléfono para que su muerte sea comunicada de inmediato a la oficina central, la que envía un equipo de emergencia al lugar. Aunque lo normal es que éste ya esté presente poco antes del deceso.

Una vez certificada la muerte, se procede a una precongelación y, a través de instrumentos especializados, se mantiene el corazón activo artificialmente para evitar daño cerebral.

Luego el cuerpo se lleva en helicóptero al depósito principal. Allí, en un quirófano, se prepara al paciente para la suspensión definitiva en una sala de frío. Para eso se utiliza un criopreservante, una especie de anticongelante que reemplaza al agua del cuerpo. “En la última fase se le transfiere este crioprotector para que las células, los tejidos y los órganos no sufran daño al momento del congelamiento”, explica el médico chileno Sergio Tapia, quien tras doctorarse en la Universidad de Laussane, Suiza, llegó a dirigir el Centro de Investigación en Criobiología de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Playa Ancha.

Tapia -quien también tiene experiencia en criopreservación de cuerpos, ya que trabajó en las instalaciones de la compañía Cryolife en Atlanta- dice que el procedimiento es estrictamente controlado porque es necesario pasar de los 37 grados celcius a los 160 bajo cero. “Una vez que llega a esa temperatura, la persona es trasladada a una especie de termo de nitrógeno líquido que normalmente está a 196 grados bajo cero. Así se evita la formación de cristales que dañen la célula y los tejidos”.

Por una cabeza

Algunas personas prefieren que se conserve sólo su cabeza y esperan que la tecnología de la clonación les provea de un nuevo cuerpo. Alcor los denomina “neuropacientes” porque según explican la clave aquí es la conservación del cerebro. Para Tapia esa es una de las opciones que hoy día parecen como más lejanas. “Hay que considerar que tan sólo reimplantar un brazo implica una cirugía mayor, con una serie de limitaciones desde el punto de vista de la microcirugía, sobre todo a nivel de nervios periféricos. Cercenar parte del cuerpo para que después sea reemplazado parece bastante irreal”.

La mayoría de los médicos desconfía de esta corriente porque sostienen que las técnicas de preservación que se emplean hacen mucho daño a las células y que devolverlas a la vida será imposible.

Sin embargo, en 2008 un grupo de 64 científicos de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos y Europa suscribieron una carta abierta en favor de la criónica. Uno de los más connotados fue Michael West, presidente de Advanced Cell Technologies, uno de los primeros en clonar embriones humanos, en 2002. Él ha sostenido públicamente que en el futuro será perfectamente posible regenerar cuerpos completos con la ayuda de la nanotecnología. “La resucitación será posible algún día”, dijo en una reciente conferencia.

Alternativa para Chile

La criónica es parte de la criobiología, que ha permitido avances importantes a nivel mundial en la preservación de células y órganos. En Chile, el Centro de Criogenia e Ingeniería de Tejidos de la Universidad de Playa Ancha está desarrollando diferentes metodologías de criopreservación que les permitirán proponer tratamientos para las personas con quemaduras graves, y para patologías como la artrosis.

Su director, Sergio Tapia, trabajó previamente con la misma tecnología en el hospital Dipreca de Santiago. Cuenta que ahí se están criopreservando células madre adultas para el tratamiento de patologías como la leucemia u otros tumores y también válvulas cardíacas para trasplantes.

El especialista no descarta incursionar en el futuro en la preservación de cuerpos completos. “Esto no es ciencia ficción ni se demorará mucho tiempo. Por el momento no es una prioridad, pero si se dan las condiciones y está la inversión, porque se requieren grandes hangares, podría ser una realidad”.

Más que ciencia ficción

La criónica partió como un movimiento ligado a fanáticos de la ciencia ficción, pero luego evolucionó hacia organizaciones más complejas. En un momento hubo varias compañías que ofrecían el servicio, pero algunas tuvieron corta duración y derivaron los cuerpos a otras más consolidadas.

Las más grandes son Alcor, que mantiene en sus instalaciones de Arizona a 106 personas. Tiene 955 miembros inscritos.

Por conservar un cuerpo indefinidamente cobran 200 mil dólares, mientras que la neurocriopreservación (congelación de una cabeza) la realizan por 80 mil dólares.

El Cryonic Institut mantiene en su depósito de Michigan también a 106 personas y cuenta con 938 socios. Su tarifado es un poco más económico, pero bastante engorroso.

Aparte de estas dos empresas existen otras organizaciones menores que ofrecen el servicio en Estados Unidos y Rusia, y hay planes para crear nuevos depósitos en Suiza y Brasil.

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