Fue Wenceslao Fernández Flórez, en 'El bosque animado', quien llamó a las setas "hijas de la lluvia". Al escritor coruñés se le olvidó decir que, para que haya setas, además de llover ha de escampar y, a poder ser, lucir el sol un par de días, sin que haya heladas por el medio.
Bien, pues todas esas circunstancias se han dado en los últimos días. Octubre, mes en el que ha llovido todo lo que tenía que llover y seguramente bastante más, se despide con unos días francamente veraniegos, de sol y calor: perfecto para la eclosión de setas, en un año que, hasta ahora, ya había sido bastante fructífero en este terreno.
Antes de los diluvios otoñales, yo había disfrutado ya varias veces de amanitas de los Césares, de setas de cardo, de níscalos... por no hablar de los omnipresentes boletos, que han sustituido a los champiñones y aparecen en los platos a poco que uno se descuide, vengan a cuento o no, que casi nunca suelen venir.
Champiñones, boletos... No deja de ser curioso que la palabra champiñón, con la que en castellano designamos a una seta del género Agaricus, sea en francés -'champignon'- el nombre genérico de todas las setas. Tampoco que 'boleto', que es el nombre que más damos al Boletus edulis, antes llamado 'seta de Burdeos', en su versión catalana de 'bolet', sea el nombre que los catalanes dan a todas las setas, llamando 'cep' o 'sureny' al boleto castellano.
Claro que esto de los nombres genéricos da para mucho. Todas las setas son hongos, pero si un vasco habla de hongos se estará refiriendo a algún tipo de boleto, al 'edulis' si habla de hongos blancos -'txuri'- o al 'aereus' si lo hace de hongos negros -beltza'-. Ya no, pero la voz 'perretxiko', que hoy sirve para designar a una seta primaveral muy apreciada, la seta de san Jorge o Calocybe gambosa, se usó en vascuence para designar a cualquier tipo de seta...
Y está la propia palabra seta, que nadie sabe a ciencia cierta de dónde deriva; el mismísimo DRAE dice que es "de origen incierto". Bueno, pues para muchos castellanos viejos, decir 'seta' es referirse exclusivamente a la que para ellos es la seta por antonomasia, la seta de cardo -Pleurotus eryngii-, que no conviene confundir con los pleurotos cultivados que invaden impunemente tantas parrilladas de verduras.
Seta, pues, en gran parte de Castilla, es sólo la de cardo; y si usted le dice a un paisano que los níscalos también son setas, le dirá irónico que no, que eso son 'mízcalos'.
Es, también, curioso que cuando hace tanto tiempo que no hay que estudiar latín en el bachillerato a la gente, en lo que a setas se refiere, le haya dado por la culta latiniparla. Ya hemos hablado del boleto, al que la mayoría llama 'boletus'; otro tanto está pasando con el popular rebozuelo (Cantharellus cibarius), al que ya casi nadie llama por su viejo nombre castellano, y sí 'chantarelo', desplazando la hache y modificando el sonido latino.
Conste que uno ha pensado siempre que la mejor manera de referirse a las setas es por su nombre científico, dada la variedad de apelativos de los que gozan según dónde estemos; pero de eso a latinizar sus nombres vulgares va un mundo. Cuestión, seguramente, de que la mayoría de los peninsulares no vascos ni catalanes somos unos recién llegados al mundo de las setas, y no sabemos ni siquiera cómo nombrarlas.
Porque casi nadie les dirá que ha saboreado unas exquisitas oronjas... sino que ha comido amanitas. De las setas de Burdeos o de calabaza (boletos) y de los rebozuelos (chantarelos, nada menos) ya se ha hablado. Cualquier día me aparecen en una carta de restaurante unos pleurotos, en vez de unas setas de cardo, o unos lactarios, en vez de unos níscalos...
En fin, cuestiones semánticas que no tienen por qué afectar al placer que nos pueden proporcionar estos días estivales en pleno otoño, en forma de setas... siempre y cuando durante el pasado y climáticamente magnífico fin de semana no hayan arrasado los montes esas hordas de urbanitas domingueros que destrozan mucho más de lo que recogen, y que deberían restringir sus zonas de búsqueda a establecimientos acreditados, que los hay, y muy buenos. El monte, para el que sabe.
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