La mejor ciudad del mundo: vivir en una jaula
La primera vez que visité a los hombres jaula de Hong Kong fue en 1998. Uno de los apartamentos de un viejo edificio de la calle Fuk Tsun, en el barrio de Mongkok, había sido dividido en un centenar de celdas enrejadas de tres metros cuadrados cada una. Ancianos, parados y dementes se acurrucaban en sus pequeños cubículos, formando una surrealista pajarería humana. Peter Zheung, que ocupaba una de aquellas viviendas, había llegado dos años antes tras un accidente que le costó una pierna y su trabajo. "Mi silla de ruedas y yo no hemos salido de este lugar desde entonces", contaba. "Si me marcho, le darán mi jaula a otro".
Los hombres jaula siguen siendo, 14 años después, uno de los secretos peor guardados de Hong Kong. La falta de espacio, los precios prohibitivos de la vivienda y la codicia de quienes tienen una en propiedad han prolongado una indignidad que hoy viven cerca de 100.000 personas, según organizaciones sociales locales. Las autoridades no han querido o sabido evitar que uno de los lugares más prósperos del mundo tenga a una parte de su población viviendo en condiciones que no pasarían la inspección de una agencia protectora de animales.
Por eso llama la atención que la ex colonia británica fuera nombrada en julio "la mejor ciudad del mundo" en un estudio elaborado por la Economist Intelligence Unit (EIU) y la agencia de recopilación de datos BuzzData. Es probable que la urbe asiática cuente con el mejor transporte público, los servicios más eficientes y la mayor libertad comercial del mundo. ¿El lugar "más vivible"? Solo si tienes un sueldo de seis cifras y disposición para pagar uno de los metros cuadrados más caros del mundo.
El Puerto Perfumado, con sus siete millones de habitantes, siempre ha sido un lugar de contrastes. Oriente y Occidente. Ayer y mañana. Ganadores y perdedores. Junto al rascacielos que la bruma hace desaparecer más allá del piso 40, el zapatero que sigue remendando en su puesto a pie de calle. Junto a las gigantescas tiendas de Louis Vuitton, Chanel o Cartier, las empleadas domésticas acampan frente a sus escaparates en su día libre. Y junto a los apartamentos que se alquilan a 25.000 euros al mes en Victoria Peak, diminutos pisos de 25 metros cuadrados donde se hacinan seis, siete u ocho miembros de una misma familia.
El caso extremo de esa desigualdad son los apartamentos divididos en jaulas para sacarles el mayor partido. Para los caseros es un negocio redondo: cuantos más compartimentos consiguen instalar, mayor el beneficio de alquileres que superan los 100 euros mensuales por unidad. En muchos casos hay lista de espera y los inquilinos deben someterse a reglas que limitan su libertad de movimientos. Naciones Unidas ha descrito las jaulas como "inhumanas", pero el número de personas viviendo en ellas no ha hecho más que aumentar, según denuncia la ONG local SOCO.
Hay quienes mantienen que Hong Kong no habría podido completar su viaje de aldea de pescadores a capital financiera de Asia si se hubiera detenido a atender a los que se quedaban atrás. Su espectacular desarrollo se suele atribuir a los británicos, y algún mérito tuvieron los colonizadores. Pero la ciudad fue levantada sobre todo por los inmigrantes que llegaron huyendo de la miseria y la falta de libertad de la China continental. Miles de chinos que vinieron cargados del espíritu emprendedor que Mao había subyugado con su ideal proletario.
Y así, se inició una dura carrera por prosperar que llevó a algunos de esos inmigrantes, como el magnate Li Ka Shing, a levantar poderosos imperios económicos. Otros, como Peter Zheung, se quedaron en el camino. No hace falta decir para cuál de los dos Hong Kong es, efectivamente, "la mejor ciudad del mundo".
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