20121214
La Charodisea
LA CHARODISEA
1
Háblame, Charo, de aquellas mujeres de multiforme ingenio que, después de destruir la sacra ciudad de Toledo, anduvieron peregrinando larguísimo tiempo, que vieron a Bébe en muchas poblaciones y conocieron las costumbres de muchas gentes y padecieron en su ánimo gran número de trabajos en pos de sus cuadrantes, y como procuraban conciliar sus ganas de juerga con la ausencia de Benzodeacepinas (Puri, que está en Benidorm, ha cerrado la farmacia en agosto). Mas ni aun así pudieron librarse, como deseaban, y todas perecieron por sus propias locuras. ¡Insensatas! Comiéronse las vacas gordas de Hercesa, hijo de Cercadillo; el cual no permitió que les llegara el día del regreso. ¡Oh diosa, hija de Crom!, cuéntanos aunque no sea más que una parte de tales cosas.
11
Ya en aquel tiempo las que habían podido escapar de un paro horroroso estaban en sus hogares, a salvo de los peligros de los ERE y de la congelación; y solamente una, Odisea, que gran necesidad sentía de volver a currar a su consejería, hallábase detenida en una hueca gruta por Calippo, el orco machista, el malvado misógino que anhelaba tomarla por la fuerza como esposa.
16
Con el transcurso de los años llegó por fin la época en que los diosas habían decretado que Odisea volviese a su puesto, a, aunque no por eso debía poner fin a sus trabajos, ni siquiera después de juntarse con las suyas. (Los dioses muy sabios, publicaron esta noticia en el BOE). Y todos los dioses y gestores compadecían a Odisea, a excepción de Poseidonia, que permaneció constantemente irritada contra la divinal Odisea hasta que el heroína no arribó a su escritorio.
22
Mas entonces habíase ido aquélla al lejano pueblo de los etíopes -los cuales son los postreros de los hombres y forman dos grupos, que habitan respectivamente hacia el ocaso y hacia el orto de Cercadillo- para asistir a una capea y una mega-cena con cordero, mientras aquel se deleitaba presenciando el festín, se congregaron las otras deidades en el palacio de Fuensalida.
28
Y fue el primero en hablar el padre de los hombres y de los dioses, porque en su ánimo tenía presente al ilustre Bono, a quien dio muerte el preclaro Barreda. Acordándose de él, dijo a los inmortales estas palabras:
32
—¡Oh Dioses! ¡De qué modo culpan los mortales a los números! Dicen que las cosas malas les vienen de nosotros, los políticos y emprendedores, pero son ellos quienes se atraen con sus locuras e hipotecas, los infortunios no decretados por el destino.
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