300 años de amor salen a la luz
“… En cuanto a la letra, no la he visto mejor de mujer, y lo que encargo
es que se acuerde Vuesa Merced de mi estando ausente y para que se han
de gastar entre los dos circunloquios porque es mi afición tanta a Vuesa
Merced que me abraso en amores, y así querida mía, digo, así en
ausencia como en presencia siempre me abraso…”. Toledo, 19 de octubre de
1700.
Del hombre que escribía estas apasionadas líneas en octubre de 1700 solo
sabemos el nombre: Don Alfonso de Vargas y Montes. De la destinataria
de tan sentidas palabras sabemos un poco más, pero poco. Se llamaba
María de Sierra y vivía en la vieja judería de Toledo, en la calle San
Miguel de los Ángeles, cerca del Taller del Moro, en una de esas zonas
de la ciudad donde sus tortuosas calles de piedra susurran historias. A
los dos se les supone cierto nivel social, a uno por el lenguaje que
emplea, a la otra por la dimensión y ubicación de la casa que habitaba.
Don Alfonso y Doña María vivían en los últimos días de Carlos II, el
último rey Austria, El hechizado. Su ciudad era una ruina, el recuerdo
triste de una época en la que ya era capital del reino, y tampoco era un
hervidero cultural para esas tres culturas -hebrea, cristiana y
musulmana- que convivían en paz.
En esa casa, en esa calle, vive hoy Marina Riaño, una profesora de
francés jubilada que acometió reformas en su casa hace unos años.
Escondida tras el vetusto artesonado de una de las habitaciones, a unos
30 centímetros de profundidad, allí donde se guardan los secretos,
apareció, bien enrollada como un billete, la carta de don Alfonso.
En la carta estaban ilegibles algunas partes, pero en general se
conservaba en muy buen estado. Riaño no le dio importancia al hallazgo,
la guardó todo este tiempo sin decírselo a nadie. Pero hace unos meses
se lo pasó a Manuel Palencia, un historiador e investigador toledano que
transcribió la carta y dio a conocer el hallazgo.
“He estado investigando para ver si podemos saber la historia de los
protagonistas, pero los apellidos son muy comunes en Toledo desde
siempre y va a ser difícil. Se puede inferir que se trata de un amor
prohibido, pero poco más”, explica Palencia, que dirige la Asociación
Cultural Cuéntame Toledo, que se encarga de buscar nuevos encantos que
la ciudad pueda mostrar al mundo.
El amor de Alfonso y María pervive 300 años después, solo con papel y
tinta. Igual se está desvelando ahora un secreto muy bien guardado por
ambos. La investigación seguramente conseguirá, con el tiempo, contar la
historia de estos amantes que se han negado -quizá involuntariamente- a
caer en el olvido.
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